Primales sueños

Anoche me despertó el fragor del viento.

Lo que escuchaba era tan real que sacudía las ventanas. Algunas veces los sueños sacuden el alma, pero las ventanas no.

Me asomé al jardín. En la penumbra del amanecer la alta palmera bailaba una cumbia y el swing criollo, cuyas hojas se había llevado antes el invierno, parecía una mano huesuda que se agitara en una obstinada despedida.

Sentí temor, lo digo sin empacho. Las cosas que siempre pasan no me causan miedo, pero las que rara vez suceden sí. Y ese viento era inusitado.

Las montañas que rodean a mi ciudad la protegen contra los malos aires.

¿Se habrían dormido las montañas y el viento entró sobre ellas sin que se dieran cuenta?

Despacio se hizo el día. Su claridad quizás asustó al viento, que se fue.

La palma y el nogal se sosegaron. Yo me tranquilicé.

A lo mejor todo lo que he vivido lo he soñado.

Daniel Ulibarri

Amante del humo, la gasolina, los químicos y preservantes. Quienes abriguen escrúpulos de moralina, se encierren en sus 'tiquismiquis' de conciencia y provincialismos santurrones, favor dejen de lado estos renglones ahora mismo.

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