Dios como el diablo
“Dos almas, ¡ay de mí!, imperan en mi pecho
Y cada una de la otra anhela desprenderse.”
Un cambio de piel, el sonido de una voz, nuestro propio reflejo.
La construcción de un cuerpo nuevo y el sacrificio por sí mismo,
la división de su personalidad, todo parece algo presto y deliberado.
Tenemos esa ansia por el cambio, por la transformación de ser superior.
Tanto dios como el diablo han sido un yugo en el cuello de la sociedad Desde que empezamos a pensar y soñar.
Ningún dios puede salvarnos de nosotros porque no es elegante.
La elegancia es más importante que el sufrimiento.
La moral existe a medida que una cicatriz se expone y se sonroja.
Todo lo que puede suceder se desgarra facilmente.
No podemos hacer lo incorrecto nos atenemos e lo que debemos hacer.
No existe la voluntad de entes que inventamos para esconder la ira
De no saber explicar lo que hemos sido y perdido, ese libre albeldrío.
Codicias inconcientemente lúcidas, deidades escurridizas e inventadas
Como dios, como el diablo se divierten a costa de intentos y el fracasos.
En nombre de justicia los corderos dictan sentencia y hacemos guerra.