El nominalista en mí inventa
una vida sin precedentes.
El realista tiene otra visión:
afirma que todo lo que siento y hago
ya miles de millones de personas
han sentido y han hecho antes de que yo
apareciera en la historia.
Argumentado así, ambas voces hablan
una verdad parcial.
Soy único y, sin embargo,
la incesante angustia propia
del deseo no me abofetea menos
que otras voces del hombre
que han venido y se han ido
desde el principio de los tiempos.
¿El significado, entonces, de esta disputa?
Mi vida es una búsqueda nominal y real
que deja la identidad clara y borrosa,
en la que lo ocurrido y mi pasado
no siempre son lo mismo.