
Versos perdidos
Este hombre morirá mañana.
Su ejecución –será decapitado– está fijada para el instante en que brille la primera luz del sol.
El hombre es un soldado del imperio enemigo, perteneciente al ejército de esas otras tierras de las que aquí ni siquiera se hablan.
En batalla contra el Imperio local cayó prisionero. Llevado al campamento enemigo fue confinado en la celda de los que van a morir.
¿Qué hace el hombre mientras pasan las horas de la noche?
Se pone a recitar en alta voz versos de su inspiración.
Con emoción los dice y desnuda su alma, pues su armonía le trae recuerdos de tiempos mejores que pasó en su patria al lado de esculturales amantes y el mejor de los vinos.
En eso llega aquel, el tirano de las cuevas de este imperio.
Escuchar al soldado que recita, y los armoniosos versos hacen que se remueve en él un sentimiento de humanidad que había perdido.
Le perdona la vida al condenado y lo provee de lo necesario para que vuelva a su tierra.
La belleza puede vencer al odio entre los hombres y poner luz en las sombras de la muerte.
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