Don Juan nunca tuvo miedo de la muerte.
Decía:
–Es como tener miedo de la vida.
Así, cuando murió tenía en los labios una sonrisa de felicidad.
San Pedro, claro, lo mandó al infierno.
Y sucedió algo extraño.
Las mujeres que lo amaron, y que también allá estaban en el Cielo, le pidieron al apóstol de las llaves que las enviara al averno con Don Juan.
Preferían estar con él a estar en la Gloria.
Entonces San Pedro habló con el Señor.
Le sugirió:
-Deberíamos traer acá a Don Juan. De esa manera muchas mujeres se portarían bien en la Tierra con tal de estar con él en el Cielo.
Meneó la cabeza el buen Señor y dijo:
-Ah, Pedro. No parecés apóstol. Parecés más bien gerente de mercadotecnia.