
Tierra traicionada
De la boca de la mañana los huesos emergen,
se susurra una oración sobre cuernos redondos;
la pradera está más allá.
La joroba temblorosa y el humo sagrado
brilla liberado en la respiración.
Hierbas dulces trenzadas sobre sus cascos;
aunque las garras del hambre yacen pesadas
sobre la tierra traicionada.
Deja que crezcan un sinfín de hierbas nativas
entre las estrellas y las piedras amarillas.
Como hace cien años, las recompensas
se obtienen de la muerte;
trenes, autobuses, coches, aviones
llevan el cadaver segmentado
del terrible gusano y los gritos
de los perseguidos parten el sol despierto.
Es hora de restaurar las cuentas
y los fragmentos robados,
los huesos y los cuchillos a cada tumba.
Los sepulcros ya no son sepulcros,
sino úteros; las recompensas queman sus manos
y huesos que fluyen de estantes de museo bailan
en la hierba ondulante, reconstruyendo
pulmones e iniciando corazones sobre esta
tierra traicionada.
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