Hay un tramo triste y solitario hacia el infierno
Dónde toda la tristeza común no está más lejos:
Es una tierra llana y triste,
donde hay sombras,
Lúgubres reflejos que no se cuentan en versos
Caminé entre ellos y los reconocí tan bien:
Hombres que habían calumniado
a la pequeña estrella de la vida
Para los perezosos y los holgazanes;
que solo se levantan
ante la cicatriz que nos divide,
las heridas no sanan sobre sus cejas
de dolor inefable.
Pero mientras iba majestuoso en mi camino,
En la oscuridad se desvanecieron, uno por uno,
Hasta que, con un rayo del día eterno y supremo,
El sueño de toda gloria se deshizo,
Y, con la importuna consternación de un necio,
Escuché a los muertos
cantándole al sol.