Luna, ahora ambos tenemos cicatrices.
Mi habitación, al parecer, te había extrañado.
Te deslizaste hacia adentro para reclinarte a lo largo del piso de madera como un oblongo de luz.
Mis libros se inclinaron, cayeron y te confesaron mis sospechas sobre tus verdaderas intenciones…
Fingís tu interés en mis objetos revueltos y mi escritorio atestado de papeles.
Venís con tu pequeña maleta oscura que desaparece estrellas en el cielo.
¿Acaso venís a compadecerte por mi muerte?