Muchos de nuestros recuerdos son falsos, incluso los más nítidos.
Nuestro primer beso no ocurrió exactamente como nos imaginamos.
La ciencia dice que ninguna imagen del pasado se mantiene impoluta; todas regresan a la mente plagadas de mentiras, hasta las hay completamente inventadas.
Ningún episodio es inmune a la distorsión de la memoria.
Los momentos más emocionantes, aquellos con los que más nos recreamos, suelen sufrir más tachones y parcheos.
Pese a sus inconvenientes a la hora de reconstruir la realidad, las distorsiones de la memoria son necesarias y saludables.
Además, la bruma que modifica los recuerdos y que enlaza el pulso del pasado a nuestra presencia en el mundo es, en consecuencia, lo que nos convierte en más protagonistas de lo que realmente fuimos.
Todos esos matices, colores y ritmos de la memoria hacen la vida al menos un poco más llevadera.
A veces, muchísimo más bella.