La palabra, la piedra,
el teléfono que suena,
la parte de mi que quiere estar solo,
el voto de silencio de la caña;
Dios desciende hacia sustancias y bacterias.
Los catadores de vinagre mojan sus dedos,
hacen sus caras:
estoicas, amargas, extrañamente dulces…
El buscador se va para no encontrarse,
los profetas ponen alarmas por indicios de robo,
los cantantes cantan sobre lo que queda.
Los niños respiran.
Alcanzan la mayoría de edad.
Busco en sus caras lo que está por venir:
el camino que se ensancha,
tu bote remando, que se ahogó en la maleza,
en cada madriguera, un hoyo negro.
Este aferrarse, es agarrarse, para aguantar.
La palabra, la piedra, el teléfono que suena.
La parte de nosotros que responde
cuando estamos solos.