
Muchacha
Camina con ligereza la muchacha, como una nube, como un velero, como una luna nueva por la noche.
Me pregunto por qué es así su paso, tan leve que casi no pisa el piso, tan airoso que casi no pisa el aire.
Nada miran sus ojos, grandes ojos de luz y de agua en los que todo podría caber.
Erguida la cabeza, alta la frente, mira los inasibles horizontes de un mundo que solamente puede mirar ella.
¿Por qué esa majestad, esa realeza?
¿Por qué esa vaga sonrisa de esfinge sin alas, de Gioconda morena y cimbreante?
Se detiene de pronto la muchacha frente a un escaparate.
En él hay un letrero:
“Gran venta nupcial. Todo para la novia que se va a casar”.
Sonríe indignada y continúa caminado, independiente y despreocupada.
Yo, morador de la eterna ineptitud varonil, siento que he pasado la yema de los dedos por la piel de un hermoso y moderno misterio femenino.
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