
Misoginia convertida en catecismo
Las religiones, igual que los lupanares, son cosa de hombres.
La frase es lapidaria, y tiene el defecto de la sonoridad, pero difícilmente habrá quien la contradiga.
En casi todos los credos religiosos, incluidos los de origen judeo-cristiano, la mujer es objeto de discriminación. Se le relega en las funciones comunitarias y se le veda el acceso a las dignidades de la jerarquía eclesial.
En los llamados libros sagrados la mujer aparece como culpable de la perdición del hombre, y raras veces es presentada bajo una luz favorable.
El único libro de la Biblia dedicado a la mujer como tal, el Cantar de los Cantares, seguramente el más bello y expresivo poema erótico que se ha compuesto en la historia de la literatura, el más elevado canto a la mujer y a su misterio, ha sido neciamente desvirtuado por la clerecía, que lo hace ser una representación simbólica de la relación entre Cristo y su iglesia.
Mayor mixtificación, adulteración tan forzada, serán difíciles de hallar en los anales de la exégesis.
El erotismo convertido en catecismo. ¿Se puede creer?
En todos los ámbitos, a más del religioso, es posible localizar señales de la discriminación de que ha sido objeto la mujer.
El refranero, por ejemplo, que se supone es voz del pueblo, es abierta y declaradamente misógino.
“La mujer y la gata, de quien la trata“. “En cojera de perro y en lágrima de mujer, no creer“. “La mujer como la escopeta: cargada y en un rincón“.
En el humor está presente también la misoginia: todos los países poseen un vasto repertorio de chistes contrarios a la mujer, principalmente en su aspecto de esposa, no se diga ya de suegra.
Desde niños los latinoamericanos, sobre todo, respiramos un aire machista.
“Los hombres no lloran“, era frase que oíamos incluso en labios de algunas mamás, nunca la mía, si soy honesto.
Sin darnos cuenta, o peor aún, con todo el dolo del mundo, discriminamos a la mujer.
Era (o sigue siendo) costumbre que el papá de un niño recién nacido repartiera puros entre sus amigos.
Cuando una pareja contraía matrimonio se usaba que el marido le daba a la mujer lo estrictamente necesario para el gasto de cada día.
Se le consideraba incapaz de cuidar el dinero y administrarlo debidamente.
En esta fecha, y en todas las del año, hago mías las palabras del poeta jerezano Ramón López Valverde:
“Dios, que me ve que sin mujer no atino / ni en lo pequeño ni en lo grande, diome / de ángel guardián un ángel femenino”.
Y digo, también con la voz de López Velarde:
“Desdichado el que en la hora lunar /en su lecho no huele azahar“.
¡Feliz Día Internacional de la Mujer!
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One Comment
eduardoulibarri
A raíz del bello “Cantar de los cantares”, mi libro predilecto del Antiguo Testamento: “El erotismo convertido en catecismo”. Muy acertada frase.