
Mi cama
Su voz es tenue, como el lejano eco de un eco lejano, tanto que solamente yo la escucho, por más que hay gente cerca.
Tiene una queja para mí, un reproche. Me dice:
-¿Cuánto tiempo hace que te recibo en mis brazos, y nunca me lo has agradecido? Disfrutas mi tibieza, mi suavidad, la tersura sedeña de mi piel, y cuando me dejas ni siquiera posas la mano en mí un instante para decirme “Adiós” o “Hasta mañana”. Sos un ingrato.
Supongo que todos los hombres son así, pero tu ingratitud me duele más porque llevamos mucho tiempo juntos y jamás he oído de vos una palabra amable.
¿Acaso no se puede querer a alguien como yo? ¿temés que alguien te oiga decir que has llegado a acostumbrarte a mí en tal modo que ya me tenés cariño?
Espero que pensés todo esto la próxima vez que estés sobre mí y sientas cómo te recibo y el calor que te doy.
Eso me dijo. Y sentí pena.
En adelante, lo prometo, seré más agradecido con mi cama.
Compartir:
- Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Tumblr (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Reddit (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
- Más


Entradas Relacionadas

Tolerancia fanatizada
julio 23, 2020
Me gusta
octubre 12, 2020
One Comment
ordenydecadencia
Nunca me ha llegado ese reproche, pero también lo merezco.