
Madrugadores
Hoy madrugaron los pájaros madrugadores.
Yo amo a estas avecillas que se juntan en torno del viejo álamo cuando apenas va a salir a trabajar el Sol.
Cantan antes que el gallo, y sin su estrepitosa vanidad.
Son humildes incluso en su plumaje: gris, y en el pecho un leve tono de amarillo que apenas se percibe.
No me molesta que los madrugadores me despierten tan temprano; más bien les doy las gracias por ser mi reloj despertador.
Por ellos tengo tiempo de disfrutar el primer cigarrillo de la mañana cuando aún no hay nadie en la calle y cuando la claridad no ha disipado la penumbra en que los muebles de los aposentos duermen todavía.
Voy a la ventana y miro el revolar de los ingrávidos pajarillos. También la vida viene a verlos.
Con ella despierta el mundo: le da pena que los madrugadores ya hayan madrugado y él no.
La casa se despereza.
En silencio doy gracias a los días, porque sin merecerlo yo me ha regalado uno sin estrenar.
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