
La diferencia entre la poesía y la retórica
yace en estar listo y dispuesto a dar la vida
de uno en lugar de la de un hijo.
Un hombre está atrapado en un desierto
de heridas de bala en carne viva que arrastra
a un niño muerto con sus hombros perforados,
su rostro negro destrozado, cubiertas de sangre
sus mejillas: el único líquido en kilómetros…
El estómago del hombre se revuelve al imaginar
el sabor de la sangre mientras su boca se parte,
sus labios secos y rotos sin lealtad ni razón,
sediento por la humedad mientras se hunde
en la blancura del desierto donde está perdido
sin imágenes ni magia, tratando de hacer poder
del odio y la destrucción, tratando de curar
a su hijo moribundo con caricias y besos,
pero sólo el sol blanqueará sus huesos.
No ha podido accesar la destrucción
que sobrevivió en su cuerpo.
Pero a menos que aprenda a usar
la diferencia entre poesía y retórica
su poder también correrá corrupto como
moho venenoso que yace flácido e inútil
como tantos cables desconectados en este mundo.