
La mirada del Padre
En una estación fría acostumbrada a calentar más que a enfriar, a la horizontalidad más que a una montaña, un niño nació en una cueva para salvar al mundo; sopló como sólo sopla a través en los desiertos de invierno.
Para Él, todas las cosas le parecían enormes: el pecho de su madre, el vapor de las fosas nasales del buey, Gaspar, Baltasar, Melchor, el equipo de los magos, sus regalos amontonados junto a la puerta, entreabierta.
No era más que un punto, y el punto era una estrella.
Vivamente, sin parpadear, a través de lo pálido, lo perdido en las nubes, sobre el niño en el pesebre, desde lejos: desde la profundidad del universo, desde su extremo opuesto, la estrella estaba mirando dentro de la cueva.
Y esa fue la mirada del Padre.
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