
La gota flaca
Llegó y me dijo:
–Soy la gota flaca.
–No entiendo -respondí desconcertado.
Explicó ella:
–¿Ha oído usted la expresión “sudar la gota gorda”? Pues bien: yo soy la gota flaca.
–Mucho gusto -le dije-. ¿En qué puedo servirla?
–Por favor, diga usted a sus lectores que si no me sudan a mí, después tendrán que sudar la gota gorda. Quiero decir que los pequeños problemas, si no se atienden a tiempo, se convierten en problemas grandes.
Le prometí que cumpliría el encargo.
Y aquí estoy, sudando la gota flaca para no tener que sudar después la gota gorda.

