
La estupidez de la guerra
La guerra es la prueba más evidente de la estupidez humana.
Pienso que la última guerra justa fue la que hicieron las naciones que se aliaron para detener la embestida de ese inhumano hombre, dueño de todas las locuras y todas las perversidades, que fue Hitler.
Igualmente malvado, igualmente falto de razón se ve ahora Putin, el tirano ruso.
Su ataque a Ucrania ha sido condenado por todas las naciones en donde imperan la libertad, la democracia y la justicia.
La tardanza de muchos gobiernos en condenar explícitamente esa violencia fue una muestra más de la torpeza con que en el actual sexenio se han manejado nuestras relaciones internacionales.
El carácter de Putin, sus antecedentes de hombre violento e irracional, tienen en vilo al mundo por la posibilidad de que ese insano déspota arrastre a las naciones libres a una Tercera Guerra Mundial, cuyas consecuencias ni siquiera podemos ahora imaginar.
¿Qué hacer, entonces? ¿Permitir que el jerarca ruso se salga con la suya o enfrentarlo y detener su ambición expansionista?
¿Actuar como Chamberlain o como Churchill?
Más temprano que tarde habrá que resolver esa disyuntiva.
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