Este hombre era dueño de una tienda.
Tenía tres empleadas a las que pagaba un salario de miseria.
No sólo eso: les prohibía que se sentaran durante toda la jornada de trabajo, de 10 horas.
«¿Ya?”.
Cuando una de ellas iba al baño le tocaba la puerta después de unos minutos y le preguntaba irritado:
Una noche ese hombre soñó que se moría, y el Justo Juez lo condenaba a ir al infierno.
Ahí debía estar siempre de pie.
Los demonios le impedían que se sentara.
Cuando vencido por la fatiga caía al suelo los diablos lo punzaban con sus tridentes y le preguntaban:
«¿Ya?”.
A la mañana siguiente de ese sueño el hombre compró unos bancos y les dijo a sus empleadas que podían sentarse en ellos.
Les acortó la jornada laboral, y ya no las apremió cuando iban al baño.
Además les aumentó el salario.
Al cabo de algún tiempo observó que las muchachas hacían mejor su trabajo. Eso le agradó bastante.
Y más le agradó que ya no volvió a soñar que se iba al infierno.