Eternidad

Todo lo que podía ver desde donde estaba parado

Eran tres largas montañas y un bosque;

Me volteé y miré hacia otro lado,

Y vi tres islas en una bahía.

Así que con mis ojos tracé la línea

Del horizonte, delgado y fino,

Todo recto hasta que llegué

De vuelta a donde había comenzado;

Y todo lo que vi desde donde estaba parado

Eran tres largas montañas y un bosque.

Y de repente las cosas parecían tan pequeñas.

Mi respiración se hizo corta, y escasa en absoluto.

Pero, claro, el cielo es grande, dije;

Millas y millas por encima de mi cabeza;

Así que aquí sobre mi espalda mentiré

Y miraré mi relleno en el cielo.

Y así miré, y, después de todo,

Que el cielo no era tan alto.

El cielo, dije, debe detenerse en algún lugar,

Y, ¡efectivamente! ¡Veo la parte superior!

El cielo, pensé, no es tan grandioso;

¡La mayoría podría tocarlo con mi mano!

Y extendiendo mi mano para intentarlo,

Grité al sentirla tocar el cielo.

Grité y el infinito descendió y se posó sobre mí;

Obligado a retroceder mi grito en mi pecho me susurró una palabra cuyo sonido ensordeció

el aire para de mundos alrededor, un crujido del cielo de la tierra.

El tictac de la Eternidad: todo pecado fue de mi pecado.

De todo arrepentimiento, mío era el peso.

Mía toda codicia, mía toda lujuria.

Y todo el tiempo por cada dolor,

por cada sufrimiento, ansiaba alivio con deseo individual,

—¡Ansiaba todo en vano!

Y sentí un fuego feroz.

El mundo se destaca a ambos lados.

No más ancho que el corazón es ancho;

Sobre el mundo se extiende el cielo,

—No más alto que el alma es alta.

El corazón puede empujar el mar y la tierra más lejos a cada lado;

El alma puede partir el cielo en dos,

Y hacer que brille el rostro de dios.

Pero Oriente y Occidente pellizcarán el corazón.

Eso no puede mantenerlos separados;

Y aquella alma plana, el cielo derrumbará sobre ella poco a poco…