El mundo está cargado
de la grandeza de Dios.
Se apagará, como el brillo
de un papel de aluminio sacudido.
Se acumula en una grandeza,
como el exudado de aceite, aplastado.
¿Por qué, entonces, los hombres
no cuentan su longitud colonial?
Generaciones han pisado, y han pisado:
todo está quemado por el comercio;
blanqueado, manchado de fatiga;
y lleva la mancha del hombre
y comparte la peste del hombre.
La tierra está desnuda ahora, no puede
sentir sus pies ahogándose y ahogando.
Y por todo esto, la naturaleza nunca
se gasta; allí vive la frescura más querida
en el fondo de las cosas; y aunque
las últimas luces del oeste negro se irán,
en el borde marrón hacia el este, manantiales.
Porque el Espíritu Santo sobre un mundo
inclinado anida con pecho cálido y alas brillantes.