
El último de la fila
En la puerta del Cielo había dos letreros.
Uno decía:
“Fórmense aquí los maridos que fueron dominados por su esposa”.
Decía el otro:
“Aquí fórmense los maridos que dominaron a su esposa”.
Frente al primer letrero había una fila tan larga que se perdía en el infinito.
En cambio ante el segundo cartel había un solo individuo; un hombrecito escuchimizado, enteco, de aspecto insignificante.
San Pedro, el portero celestial, fue hacia él.
—¡Felicidades, amigo! –lo abrazó entusiasmado—. ¡Ni siquiera yo habría podido ponerme en esta fila! Explíqueme por qué se formó aquí.
Respondió tímidamente el señorcito:
–Mi esposa me dijo que aquí me formara.
Y ahora discúlpenme.
Voy a formarme.
(En la primera fila, claro).
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