
Diablo

Una vez el diablo vino a visitar sus posesiones en el mundo. Eso quiere decir que vino a recorrer todo el mundo, pues en todas partes el espíritu del mal tiene posesiones.
Andando andando se topó con un viejo campesino.
–Soy el diablo -le dijo.
–Más diablo que vos debo ser yo -le contestó el hombre-, si me las he arreglado para vivir del campo. No creo que seás el demonio. Para probarme que lo sos convertite en elefante.
Al punto el malo cobró la forma del enorme animal.
–A ver -lo retó en seguida el campesino-. Ahora en ratón.
El demonio se transformó en un ratón chiquirritico. Entonces el viejo lo agarró, lo metió en una caja de cerillos y lo arrojó al fondo de un pozo. Ahí sigue todavía.
Ese cuento se cuenta en la cocina de la casa del Potrero estas noches de frío.
–Por eso aquí no hay diablos -dice doña Rosa-. Los únicos demonios que tenemos son los hombres.
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