Cotizaciones de vida
La nuestra no es una cultura reflexiva.
La mayoría de las veces decidimos las cosas críticas
mirando al suelo de linóleo de un pasillo institucional.
O susurrando a toda prisa en una sala de estar con
un televisor disparando tonterías.
Nunca levantamos la mirada a los cerros.
Asignamos un momento a la decisión,
para dignificar el proceso como resultado oportuno
del pensamiento racional y consciente.
Pero las decisiones se toman de sentimientos amasados;
son más a menudo un bulto que una suma.
Hay una emoción común que todos reconocemos
y que aún no hemos nombrado:
la feliz anticipación de poder sentir desprecio.
La traición y el perdón se ven mejor como algo parecido a enamorarse.
La tragedia no es morir, sino desperdiciarse.
Es difícil y feo saber que alguien puede entenderte sin siquiera quererte.
Cuando la vida se vuelva enloquecedoramente educada, piensa en mí.