«No puedo hacer eso que me pide. Soy señorita«.
Con esas palabras rechazó la joven y linda trabajadora doméstica los inmorales requerimientos de su lúbrico patrón.
«Precisamente -respondió el salaz sujeto-. Usted es señorita y yo soy señor«.
Los novios que habían pasado la noche de bodas en la suite nupcial del hotel bajaron a desayunar.
La desposada se azaró al advertir que todos los comensales, lo mismo que el personal de servicio, suspendían sus conversaciones y lo que estaban haciendo para poner en ella los ojos.
Apenada y confundida le reclamó a su flamante maridito:
«Te pedí que no le dijeras a nadie que somos recién casados. ¡Mirá cómo todos se me quedan viendo!«.
Replicó el muchacho:
«Te juro que no les dije que somos recién casados. Les dije que solamente somos amigos«.
Pechina le dijo a su galán:
«Las dos cosas que me gustan más de vos son tu inteligencia y tu sentido del humor. ¿Cuáles son las dos cosas que te gustan más de mí?«.
Respondió el avieso tipo:
«¿De veras querés que te lo diga?«
La mamá de Pepito lo regañó porque no se había lavado los dientes, dejó su ropa tirada en el suelo, no terminó la tarea y tenía su cuarto en desorden.
Terminada la áspera reprensión Pepito le dijo:
«Mami: siempre me has dicho que hay muchos pobres niños que no tienen mamá. ¿Por qué no te vas a su casa a ser la mamá de ellos?«.
Un individuo le pidió empleo a cierto político encumbrado.
Le preguntó el político:
«¿Es usted honrado?«.
Replicó el hombre:
«¿Por qué me lo pregunta? ¿Constituye eso una limitación?«.