«Aunque la boda debe darse por hecha vengo a cumplir el formulismo de pedir la mano de Glafira».
Con esas palabras altaneras se dirigió a don Poseidón el novio de su hija, sujeto sin oficio ni beneficio que andaba siempre a la cuarta pregunta.
Esa cuarta pregunta era la que los curas dirigían antiguamente al feligrés que se iba a casar. «¿Eres católico?». «¿Perteneces a esta parroquia?». «¿No estás casado?».
Y la cuarta pregunta:
«¿Disponés de lo necesario para el sostenimiento del hogar?».
Don Poseidón se encrespó:
«¿Quién dice que debe darse por hecha la boda de mi hija?».
Replicó el galancete, imperturbable:
«Su ginecólogo».
Una hormiguita acertó a estar sobre un enorme elefante africano.
Por algún extraño motivo el paquidermo se volvió furioso y entró en carrera loca a la aldea de los nativos.
Derribó a su paso las chozas de paja, arrasó los sembradíos y dejó tras de sí una destrucción total.
Desde lo alto del elefante la hormiguita vio aquello y exclamó:
«¡Uta! ¡Qué desmadre hicimos!».
Un tipo le preguntó a su amigo:
«¿Por qué no salís con mujeres?».
Respondió el otro:
«Padezco un grave problema sexual».
El amigo se azoró:
«¿Qué grave problema sexual padecés?».
Contestó el otro:
«No tengo dinero».
El marido llegó tarde a su casa.
Se metió en la cama y se acercó a su esposa con intenciones evidentemente eróticas.
La señora le dijo:
«Hoy no. Estoy muy cansada».
«¡Carajo! -exclamó el tipo con enojo-. ¿Pues qué les pasa a todas esta noche?».
Babalucas, enfermero, se iba estrenar como ayudante de quirófano.
Dio principio la operación y pidió el cirujano:
«Bisturí».
Se lo entregó Babalucas.
«Pinzas».
Se las puso en la mano el debutante.
Dijo el facultativo:
«Gasas».
Y respondió Babalucas:
«De nada».
El señor y la señora comían en elegante restaurante.
De pronto el señor se metió apresuradamente abajo de la mesa y se ocultó tras el largo mantel.
Acudió con presteza el capitán de meseros y le dijo a la mujer:
«Señora: ¿por qué su marido hizo eso?».
«No es mi marido -replicó ella-. Mi marido es aquel hombre que acaba de entrar».
Pepito le informó a su abuelo:
«Ya te puse un clavo en la pared».
El señor no entendió.
«¿Un clavo en la pared?».
«Sí -confirmó el chiquillo-. Mi mami dice que cuando cuelgues los tenis vamos a tener dinero para ir a Disneylandia».
Aquel médico era proctólogo, y de la noche a la mañana empezó a ejercer como oftalmólogo.
Explicó:
«El panorama es mejor».
Don Cucoldo iba a cumplir años.
Su mujer le dijo:
«Te compraré una corbata».
«No te molestes ni gastes –le pidió el señor-. Que mi regalo sea tu amor y tu fidelidad».
Tras una pausa preguntó la esposa:
«¿De qué color quieres la corbata?».