
Cantar y trabajar
“Cantando la cigarra pasó el verano entero…“.
Cuando llegó el invierno no tuvo qué comer.
Fue con la hormiga, que había trabajado todo el año y tenía colmados sus graneros.
–Dame un poco de pan -le suplicó.
La hormiga era de corazón duro y le cerró sus puertas. La cigarra feneció de hambre.
Dios se compadeció de ella y la llevó a su Cielo.
Ahí canta en el coro de los ángeles y los arcángeles, de los serafines y los querubines.
En las noches sin viento, si aguzas el oído, puedes oír la canción de la cigarra.
Cuando murió la hormiga Dios tuvo también piedad de ella y la llevó a su casa.
Allá la hormiga sigue trabajando, pero acá no se escucha el ruido que hace al trabajar.
De todo esto deduzco que al buen Dios le gusta la gente que trabaja, y le gusta también la gente que canta.
Por eso tanto la hormiga como la cigarra están en la morada celestial.
Pero ambas estarían a la derecha del Padre si la cigarra hubiera trabajado un poco más y cantado un poco menos, y si la hormiga hubiera trabajado un poco menos y cantado un poco más.
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