
Cabrón
Este amigo mío suele decir cuando se toma algunas copas:
–La verdad, siempre he sido un cabrón.
El otro día me contó que una mañana sintió una rara opresión en el pecho.
–Me asusté -dijo-. Todos los síntomas coincidían con los de un infarto. De inmediato hice una cita urgente con un cardiólogo a quien conozco. En el camino iba pensando en la posibilidad de la muerte. Recordaba mi vida, y sentía vergüenza. Ya te he dicho que siempre he sido un cabrón. El médico me revisó, me hizo un electrocardiograma. Luego me dijo: “Su corazón está perfectamente bien. Sólo trae usted una ligera esofagitis que produce síntomas parecidos a los de un mal cardiaco. No tiene usted motivo de preocupación”.
–Qué bueno -felicité a mi amigo.
–Sí -respondió él muy contento-. Ya puedo seguir siendo un cabrón.

