
Baúl
Este baúl se llama en El Potrero “castaña“, por la curva de su tapa, que recuerda la redondeada forma de ese fruto.
El mueble conserva todavía aromas del pasado.
En él guardaban las mujeres las sábanas y colchas, y entre ellas ponían membrillos o manzanas para perfumarlas, o ramilletes de albahaca y de hierbita de San Nicolás.
Cuando se abre la castaña, saluda con la leve voz de sus bisagras.
Cuando se cierra, se despide con el sonoro adiós de su cerradura.
Recordemos ahora la muñeca que estaba -estaba- sobre una silla de la sala. Antigua, muy antigua, tenía ojos azules, dorados rizos y vestidito de terciopelo verde.
La gente de la casa decía que perteneció a una niña que murió siendo muy niña. Algunas noches la pequeña se aparecía para jugar con ella.
Un día alguien tomó la muñeca y la guardó en el baúl, pues no le gustaba ver aquel recuerdo de la muerta.
Esa misma noche se oyó el ruido del abrir y cerrar de la castaña, y la muñeca desapareció.
Nadie la volvió a ver nunca. La niña, dicen, la sacó de ahí y se fue con ella.
Desde luego yo no creo en esas cosas que la gente cuenta, pero… uno nunca sabe.
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