La Plaga
Cenizas quedan sólo de la lumbre que hace un año ardía todas las noches en el fogón…
química lírica
De pequeñas cosas está hecha nuestra vida, y más ahora con el confinamiento que la pandemia nos impone.
Los humanos hemos sabido, de vez en cuando, asimilar las tragedias que nosotros mismos hemos provocado o exacerbado y sentar las bases de una mínima esperanza.
2020 ha sido un año muy difícil. ¿Qué hemos aprendido? ¿Cómo viviremos el resto de nuestras vidas?
Me enfurece pensar que muchas de esas reuniones decembrinas con consecuencias fatales tienen de fondo una narrativa «en el nombre de Dios», entre la tan venerada virgen y el festejado nacimiento del niño Jesús van a gestarse muchas muertes.
Aburrirse significa no tener recursos para hacer frente al paso de las horas que a veces, como en estos días, suelen transcurrir más lentas.
Un país en una época que detesta a los políticos profesionales decide probar qué ocurriría al entregarle el control de la sociedad a una enmarañada coalición de agentes del caos.
Sobreviviremos, pero tendremos retos laborales, económicos y sociales inconmensurables en los próximos años.
La horrible pandemia que padecemos ha propiciado una abundancia de moralistas instantáneos.
Se habla mucho de los supuestos errores de los capitanes de batalla contra el coronavirus, pero se habla poco de un sistema de salud heredado y fragilizado por la ineptitud y la corrupción de ayer.
Resolver una crisis de salud al mismo tiempo que estamos buscando mitigar el impacto económico, hace que los desafíos tengan una complejidad no vista en la época moderna.